jueves, 26 de noviembre de 2009

Undia en la vida de ciro alegría


Buenas, el siguiente es un texto que se me ocurrió sobre un día en la hacienda en quilca ymi imagibnación est a a full asi que aquí les dejo un avance. si desean terminar de leer el texto les invito a mi otro blog que será agregado posteriormente.


Eran las seis en la mañana y el río sonaba, me desperté con el primer canto del gallo, este animal de pelea que tanto recuerdo durante mi infancia recorrida en el pueblo que me vio nacer: Quilca.

Antes de salir de la habitación, admiré por la ventana la belleza del ambiente de afuera: el pasto verde por la brisa de la mañana, el ruido del río, los perros ladrando, las ovejas balando y otra vez el recuerdo de esos momentos en donde sentía que el día era inacabable entre el sudor y el plantío de la caña de azúcar, las noches de calor excesivo en donde dormía en calzoncillos y aun así sudaba y los refrescantes baños en el río que alegraba mis días y que, junto a la cerveza, cigarros y un vecino con ganas de escuchar, mataba mis penas. Pude haber pasado toda una hora allí recordando las experiencias que tuve allí pero el sentir el aire frío por la espalda me despertó por completo y decidí, aunque un poco desganado, continuar con mis planes de hoy.

Salgo de esa hacienda desgastada ya por el paso de los años y me dirijo hacia el tan concurrido plantío. ¿Qué pasará hoy? Una buena pregunta. Los cultivadores, capataces y yo quemaremos la caña para cortarla y hacer una buena cosecha. Esperamos obtener buena cantidad de carga para obtener unos cuantos soles más y si no lo logramos, simplemente será otra siembra sin éxito.
La tierra se encarga de decidir cómo nos servirá esta temporada y los creyentes empiezan a realizar cantos agudos y bailes ágiles para que se fortalezca la producción; las mujeres cantan mediante un grito exagerado pero a la vez rítmico mientras menean sus polleras coloridas dando una cordial bienvenida a la madre tierra que extiende sus brazos para brindarnos desde su interior esta bendita planta de los dioses; el fuego empieza a surgir y sólo se oyen las cañas quebrándose con su tan bullicioso “crac” que se asemeja al de los leños que se ponen en las cocinas para hervir el plato más exquisito: caldo de gallina. Las ramas arden ahora y se procede a apagar las llamas para empezar a cortar las cañas, luego empezamos a recolectarlas en un contenedor amarillo y grande; mano a mano, brazo a brazo se va transportando la materia prima al camión que llevará nuestro esfuerzo a la fábrica....